Hernán Piniella. Libru de El Carmín 2022
Nacida esta imprescindible sociedad polesa, en el fértil vientre de la flamante Casa de la Cultura, alla en el mes de septiembre de 1961, y escriturada dos meses más tarde con sus estatutos y un equipaje de sueños a cumplir.
Fue su impulsor, primer presidente y socio número uno, don Dionisio Villa Suárez, quien reunió poco más de dos docenas de jóvenes polesos, para implicarlos hasta la medula en conformar una Sociedad de Festejos, cansados ya de los repetidos fracasos de las muchas comisiones de fiestas de carácter temporal, que tropezaban una y otra vez con la dura piedra de la insolidaridad, para realizar las distintas fiestas que se celebraban en esta villa.
Las dificultades no desparecieron y ahí siguen a día de hoy, esas voces discrepantes que, en lugar de sumar, restan apoyos y se dan a la crítica ante toda iniciativa, pero el mundo solo avanza en una dirección y el futuro es un lugar donde no vamos a llegar nadie de los que conocimos otros carmines y otras polesas fiestas que quizás se ajustaban al ayer, pero no al mañana.
Con todo ello contaban aquellos valientes, y aquella sociedad de festejos nació a imagen y semejanza del alma polesa; noble, tenaz y persistente, inasequible al desaliento, voluntariosa y trabajadora, la sonrisa abierta, la mano generosa, todo lo necesario para ofrecer una imagen de la Pola, que cambió para siempre el destino de las fiestas locales, haciéndolas de todos los asturianos y engrandeciendo como nunca antes la Romería de Asturias; El Carmín.
Durante la primera mitad del siglo XX, la romería más celebrada y concurrida de Asturias lo era la de Santa Ana en la carbayera de Granda en Gijón, que sucedió en el trono de la popularidad festiva a la romería de Santiago de Ceares, también en Gijón, ya célebre en tiempos de Jovellanos.
Pero a partir de 1962 en que la recién nacida Sociedad de festejos celebró su primera romería del Carmen y el Carmín, La Pola se convirtió en el epicentro de la alegría y la felicidad, la fiesta multitudinaria por excelencia, siendo el Castañeu llanu, el prau donde todos querían estar, hasta agotar el ultimo culete de sidra del país y participar en la Danza Prima como si les fuera la vida en ello.
Desde entonces y hasta el presente la romería no ha cesado de crecer, convirtiéndose en la fiesta de todas las fiestas de tal manera que casi ya no hay prau para tanta gente.
Volviendo la vista a los pioneros, hay que reconocerles que los inicios fueron muy duros, pero la respuesta de la Pola, la implicación de sus vecinos fue total y para inicios de 1962, la sociedad de festejos ya sobrepasaba con cierta holgura el número de los mil asociados de recibo y pago. Lo que equivalía en aquel entonces a casi la totalidad de los vecinos de la villa en capacidad de apoyar económicamente la labor, los entonces guajes (eramos mayoría) poco más que color, alegría y entusiasmo podíamos aportar.
Aquella recaudación de fondos para las folixas anuales, contaba con una breve subvención municipal, la terna ayuda de la hostelería y el comercio, la celebración de bailes, las rifas y los diversos festivales y eventos deportivos que toda peseta era poca para el inmenso afán de divertirse de la gente de este pueblo adicto a la murga.
Hay que tener en consideración que aparte de las fiestas de culto mayor como El Carmín, los Huevos Pintos y les Comadres, la Sociedad de Festejos organizaba la cabalgata de Reyes, el concurso de Belenes, Festivales como el de Tunas que trajo a La Pola, las agrupaciones de Bilbao, Santiago de Compostela y Gijón entre otras, diversos festivales folclóricos del acervo cultural asturiano, pruebas ciclistas, campeonatos de fútbol, balonmano y bolos, entre otras actividades que se fomentaron.
Como quiera que al inicio de los años sesenta, La Pola comenzaba crecer hacia el Sur de la Plaza Cubierta, de acuerdo en la medida de lo posible a los planos del ensanche de ordenación urbana de finales del primer tercio del siglo XX, la villa limitaba hacia el Sur con la recién pavimentada calle 20 (actual alcalde Parrondo) que cubría el cauce del río Teresona y como entonces no había mayor tráfico, se usaba aquel espacio como polideportivo al aire libre de la juventud polesa, con tribuna de sombra y todo, la protegida por la visera de la plaza.
Allí se bajaban las porterías desde las escuelas nacionales, cuando había partido “oficial” de balonmano, antes se jugaban en al patio de abajo, usándose a veces como vestuario los de la piscina del Frente de Juventudes en el palacete de Bros.
En la calle 20 se dirimió aquel Carmín el campeonato de balonmano que, por eso de jugar en casa, tenía al Club Carmín de finalista y el rival saldría del duelo entre los Bombarderos de Turón y la Atlética Avilesina. Mientras tanto en el campo de futbol del Jardín se celebraba el Concurso Hípico Nacional y en el Teatro Cervantes, triunfaba la Compañía asturiana de Comedias de doña Rosario Trabanco que escenificaba “Los amores de Ximielga” del prolífico autor asturiano don Eladio Verde.
El día grande una verdadera marea de romeros inundaron desde temprano las calles de la villa, todas ambientadas por las seis bandas de música que acudieron a poner a bailar la concurrencia y las muchas parejas de gaita y tambor que llenaban de sones asturianos La Pola, de arriba abajo, de abajo arriba.
Era el bullicio tal que apenas se escuchaban los voladores llamando a más gente, cuando ya el prau del Castañeu llanu, registraba un lleno espectacular, con los globos de colores buscando el inmaculado azul del cielo, señalando hace ya sesenta años el inicio de la etapa más brillante de esta fiesta de todos y para todos.
