Cristina Huerta Villanueva. Libro de El Carmín 2022
Pola de Siero recupera su Fiesta del Carmín tras dos años de parón por la pandemia. También vuelven a subir al prau, Los Cascaos, que nunca habían faltado a esta cita en 43 años. La Sociedad Cultural y Recreativa San Pelayo se fundó en 1976, todos la conocen por el apodo ganado a pulso en la marcha que se hizo a pie entre La Pola y Covadonga. Comenzaron 33 personas y la concluyeron 16 exhaustos caminantes. Un sobrenombre que se consolidó con el montañismo, al iniciar la temporada el día de la Pilarica siempre con una ruta muy dura; las agujetas estaban garantizadas.
Así que, tampoco es de extrañar que en 1977 aquellos guajes decidiesen que querían divertirse en el Carmín, desde dentro, participando en el desfile, como Los Pepitas. El inconveniente es que no tenían una trayectoria musical; solo disponían de un bombo, una caja, unos platillos, un triángulo y una botella de anís. Pero enseguida dieron con una alternativa, los “churrascos”. Así llamaban a los kazoos, esos membráfonos con los que se tararea música. Como son pequeños, los incrustaron en un montaje de tuberías que simulaban otros instrumentos de mayor envergadura, como el saxofón. Diseñaron, cortaron, encintaron, pintaron y por supuesto ensayaron. Apañaos eran un montón.
Y la indumentaria, no digamos; alguno llevó la camiseta de la muda/ropa interior, otros lo que encontraron; pegando con pegamento unas letras de skay formando la palabra Cascaos. Así salió la primera formación de la charanga. Eran muy pocos, una docena, dispuestos a pasarlo bien y sin miedo al ridículo, como me dijo uno de los integrantes. Cosas de la juventud y ese gen disfrutón de los polesos que mueve montañas.
En esa primera cita de los Cascaos con el Carmín, el desfile arrancó desde la Casa de la Cultura (hoy es el Archivo de Siero) en dirección al Castañeu Llanu. Tres praos en realidad, cuyo nombre era la antítesis de su aspecto físico, y que la charanga recorrió pasándolo fantásticamente bien, con la firme intención de repetir.
Al año siguiente ya eran muchos más miembros y con instrumentos de verdad que procedían de la antigua banda que estaban amontonados en la Casa de la música. Los churrascos sobrevivieron como parte de la juerga. Por uniforme, un mismo modelo de camiseta blanca serigrafiada con el nombre y el escudo de Los Cascaos.
Cada año alguna mejora, hasta se mandó a reparar a Zaragoza el trombón heredado de la banda que costó un pastón. Otros compraron instrumentos, llegaron a tener cuatro bombos, cajas también nuevas, alguno optó por el viento y se agenciaron saxos, trompetas y cornetas de parientes o colegas. No faltan les parihueles, unas tablas enormes con travesaños, que pesaban bastante, sobre las que se llevaban las viandas. La carretilla con las cajas de sidra, indispensable. Les madreñas para escanciar también, porque no llegaba un vaso entero al prau. La bandera, carteles y el cayau de mando completaban la puesta en escena y también la mochila sulfatadora llena de agua para aliviar a la charanga del calor y sorprender también a algún espectador.
El desfile del Carmín se celebra normalmente con buen tiempo, salvo en 1982; hubo una tormenta descomunal. Cuando los Cascaos iban a la altura del parque descargó la lluvia con gran fuerza, pese a lo cual se llegó al prau, bailando, con mucho humor y pingando. Al depositar les parihueles, se presionaron las tortillas y desalojan agua, las empanadas se deshacían, el prau estaba encharcado, no había nada que hacer; así que se bajó al centro de la Pola, para continuar la juerga, algunos se zambulleron en el estanque de los patos y otros en la inundación de la rotonda por encima de la Plaza Cubierta. Luego a casa, una buena ducha, quedada en el salón de los Cascaos y a bailar a la verbena del parque con las orquestas Gran Canaria y Lince.
La prensa regional se hizo eco de tan excepcional edición. La Nueva España tituló en portada “El Carmín de la Pola, pasado por agua”. En páginas interiores: “Sólo a los que no les importó mojarse subieron hasta el prado de la romería”, “la gracia y el humor de Los Cascaos y Los Pepitas, no decayó pese al mal tiempo”.
La lluvia dejó a la Sociedad de Festejos unas pérdidas de 300.000 pesetas. Los polesos quedaron con ganas de fiesta y la peña los Cascaos acabó convocándolos a repetir la romería el jueves. El éxito fue rotundo, el Carmín más poleso que se recuerda.
Para el anecdotario carminero quedan los piques entre los Cascaos y los Pepitas por cerrar el desfile, alcanzando un acuerdo de alternancia. Hubo una tercera peña, Los Domingueros, que participaron dos años y acabaron integrándose en Los Cascaos porque era una sociedad muy abierta. La mayor parte de la juventud de la Pola pasó por ella y participó en alguna de sus múltiples actividades, alcanzando su cenit en la década de los ochenta. Ahora, ya faltan muchos socios y se rinde homenaje a todos los fallecidos con el himno de Asturias en la parada simbólica en la fuente el Cornellu.
El mayor desafío que afrontaron fue la constitución de la nueva Banda de Música, los Cascaos estuvieron a punto de desaparecer, al devolver los instrumentos. Pero la crisis se convirtió en oportunidad, se aprovechó el auge que comenzaba a tener el folk y renació transformándose en banda de gaitas; eso sí, con mucho esfuerzo y también mucha colaboración de músicos de La Pola y alrededores. Hoy en día la integran una veintena de miembros, aunque se van pasando las partituras entre amigos y realmente nunca saben cuántos gaiteros y percusionistas pueden aparecer para el Desfile de El Carmín, alguno viene expresamente ese día desde Madrid.
El ritual empieza unas horas antes en el salón de los Cascaos en la parroquia de San Pedro, con la preparación de les parihueles, ahora más ligeras y con patas para llevarlas rodando, además de un toldo desplegable para proteger la merienda si llueve. También ensayo de acople de los músicos con el repertorio conocido y marcha hacia Les Campes con serenata previa a los mayores de la residencia. Luego la salida del Desfile Folklórico del Carmín, que es la mejor experiencia, ¡hay que vivirla desde dentro!. La última peña lleva el aluvión de romeros al prau, con la máxima de divertirse y divertir; el compás lo marca la dirección con su cayadón, juega un papel esencial, de su gran acierto depende el desarrollo del desfile hasta la Sobatiella, sin parar de saltar, bailar y cantar. Ese es el gen que está en el origen de Los Cascaos; y tanto en 1977 como ahora, el Carmín es “la Romería de Asturias”.
